martes, 16 de enero de 2018

Un Mito Tradicionalista: ¿Papas Herejes?





¿LA HISTORIA ECLESIÁSTICA CONOCE CASOS 
EN LOS QUE UN PONTÍFICE HAYA SOSTENIDO UNA HEREJÍA?



"Misterio de Iniquidad"


FÁBULAS CALUMNIOSAS, CIEN VECES REFUTADAS

La tesis de la infalibilidad permanente del Papa está sólidamente establecida por argumentos de razón y de autoridad. Por lo demás, esta tesis es confirmada por los hechos: jamás ningún Papa se ha desviado de la fe.

Que los papas hayan errado en la fe es una fábula calumniosa, inventada en el siglo XVI por un grupo de historiadores protestantes llamados "centuriones de Magdeburgo". Sus mentiras fueron retomadas por los galicanos, después por los antiinfalibilistas del siglo XIX. "Es el género de ataque adoptado, hace tres siglos, por los centuriones de Magdeburgo. Como, en efecto, los autores y alborotadores de las opiniones nuevas no habían podido abatir las defensas de la doctrina católica, por una nueva estrategia, empujaron a la Iglesia hacia las discusiones históricas. El ejemplo de los centuriones fue reiterado por la mayor parte de las escuelas en revuelta contra la antigua doctrina, y seguido, lo que es peor, por muchos católicos (…). Se comenzó a escrutar los menores vestigios de antigüedades; a hojear en todas partes los rincones de los archivos; a volver a sacar a la luz fábulas fútiles, a repetir cien veces imposturas cien veces refutadas. (…) Algunos de los más grandes pontífices, aún aquellos de una virtud eminente han sido acusados y censurados (…). Las mismas tramas tienen curso hoy; y ciertamente, más que nunca, se puede decir en este tiempo que el arte del historiador parece ser una conspiración contra la verdad" (León XIII: breve Saepenumero considerantes, agosto 18 de 1883).

De 1868 a 1870 tuvo lugar una verdadera batalla periodística sobre los "casos históricos" de papas que habrían fallado en la fe. Los antiinfalibilistas ingleses, franceses y alemanes atacaron en primer lugar al Papa Honorio I. "Asistimos hoy a estos desafortunados debates que tienden a acusar su memoria y a censurar indirectamente la Sede de Pedro". Se lamentaba el padre Chéry, director de la Revista ecuménica del Vaticano (in: Guérin: Concile oecuménique du Vatican. Son histoire, ses décisions en latin et en français, Bar-le-Duc et Paris 1877, p. 116).

El padre Gratry, estimando que Honorio había sido hereje, quiso impedir la pronunciación del dogma de la infalibilidad pontificia. Condenaba a la gehena a aquéllos que despreciaran su interdicción: "Todos aquéllos que, a pesar de estas razones y estos hechos, osaran ir más allá y sentenciar en las tinieblas, rendirán cuenta al tribunal de Dios" (L’Univers, enero 19 de 1870).

El benedictino Dom Prosper Guéranger (erudito célebre por sus trabajos sobre la liturgia: Institutions liturgiques + L’année liturgique) redujo a nada las acusaciones de Gratry (Défense de l’Eglise romaine contre les accusations du R. P. Gratry, París 1870). Un año antes, Dom Guéranger había publicado un estudio sólido sobre "los casos históricos" de los papas calumniados (La monarchie pontificale, Paris et Le Mans 1869). El Papa Pío IX lo había felicitado calurosamente, deplorando la campaña de prensa desencadenada por los antiinfalibilistas:

"Esta locura lleva al exceso de que emprenden rehacer hasta la divina constitución de la Iglesia y adaptarla a las formas modernas de los gobiernos civiles, con el fin de abatir más fácilmente la autoridad del jefe supremo (autoridad) que Cristo le ha encargado y de la cual, ellos temen las prerrogativas (= infalibilidad y autoridad). Se los ve pues instalar con audacia, como indubitables o por lo menos completamente libres, ciertas doctrinas muchas veces reprobadas, machacar a imitación de los antiguos defensores de estas mismas doctrinas con CHICANAS HISTÓRICAS, PASAJES MUTILADOS, CALUMNIAS lanzadas contra los pontífices romanos, sofismas de todo género. Vuelven a colocar con impudicia todas estas cosas sobre la mesa sin tener ninguna cuenta de los argumentos con los cuales SE LOS HA REFUTADO CIEN VECES.

Su finalidad es agitar los espíritus, y excitar a las gentes de su facción y al vulgo ignorante contra el sentimiento comúnmente profesado. Aparte del mal que hacen arrojando así la confusión entre los fieles y librando a las discusiones de la calle las más graves cuestiones, nos llevan a deplorar en su conducta un desatino igual a su audacia” (Pío IX: breve Dolendum profecto, marzo 12 de 1870, dirigido a Dom Guéranger para felicitarlo por su libro La monarchie pontificale, libro en el cual el célebre benedictino preconiza la infalibilidad permanente del Papa).

El Papa deplora esta campaña de prensa mentirosa en otro breve también:

"Es perfectamente a propósito que se tenga en su conjunto y bien coordinado lo que la razón teológica nos demuestra, lo que las Sagradas Escrituras nos enseñan, lo que han tenido siempre y nos han transmitido de la manera más constante esta Sede apostólica, los concilios, los doctores y los Padres, con referencia al primado, al poder, a las prerrogativas del pontífice romano, y al mismo tiempo las muy graves razones por las cuales han sido REFUTADOS DESDE HACE MUCHO TIEMPO LOS SOFISMAS que revistiéndose de los exteriores embusteros de la novedad, son arrojados al público con la ayuda de folletos y de periódicos, y esto con una tal seguridad, que se diría que son descubrimientos hechos por la sabiduría moderna y desconocidos hasta ahora" (Pío IX: breve Cum ad sacrae, enero 5 de 1870, dirigido al padre Jules Jacques, que había publicado una traducción de los escritos de San Alfonso de Ligorio bajo el título Du pape et du concile).

Los Padres del primer concilio del Vaticano, que conocían mejor la historia eclesiástica que los pseudo historiadores antiinfalibilistas no se dejaron impresionar en absoluto por el barullo mediático. El concilio, despreciando estas calumnias, define la infalibilidad y afirma claramente que la teoría de la infalibilidad estaba confirmada por los hechos: "Lo que ha sido dicho es probado por los HECHOS; pues la religión católica sido guardada siempre sin tacha en la Sede apostólica (…). Nuestros predecesores han trabajado infatigablemente en la propagación de la doctrina saludable de Cristo entre todos los pueblos de la tierra y han velado con un cuidado igual por su conservación auténtica y pura, tal como había sido recibida" (constitución dogmática Pastor aeternus, julio 18 de 1870, cap. 4).

Aún mas, durante los trabajos preparatorios de Pastor aeternus, los Padres hicieron una declaración especial sobre el esquema preparatorio de Pastor aeternus, declaración acompañada de una bibliografía científica destinada a cortar de raíz la objeción de “casos históricos” de papas que hubieran fallado!!!.


Adjuntamos algunos extractos de su declaración capital, lamentablemente totalmente desconocida en nuestros días:

Los Padres constataron que algunos se oponían a la proclamación del dogma de la infalibilidad, en razón de pretendidas "excepciones extraídas de la historia eclesiástica". Ahora bien, a partir de los Padres, "la infalibilidad del pontífice romano es una verdad divinamente revelada; luego jamás será posible que se pueda arribar a demostrar, por hechos extraídos de la historia, que esto sea falso, visto que están en oposición con una verdad absolutamente cierta". Los Padres citaron entonces un pasaje del capítulo 4 de la constitución conciliar Dei Filius, que había sido votada (este pasaje de Dei Filius era, por otra parte, retomado de una definición hecha por el V concilio de Letrán): "Nos definimos pues como completamente falsa toda aserción contraria a la verdad de la fe esclarecida". Los Padres del Vaticano extrajeron la consecuencia siguiente (en su declaración sobre el esquema preparatorio de Pastor aeternus) 

“En consecuencia, se sigue que todas las conclusiones de la ciencia, o todavía de la historia eclesiástica, opuestas a la infalibilidad del pontífice romano (que manifiestamente fluye de las fuentes de la Revelación) deben ser tenidas como siendo ciertamente otros tantos errores”

Un poco más adelante, los Padres escriben:

"La refutación de estas dificultades (históricas), suscitadas para oponerse a esta verdad, es el asunto no tanto de los Padres del concilio, sino más bien el de la escuela de los teólogos, que, en lo que concierne a esta causa, han hecho su trabajo desde hace ya mucho tiempo. En efecto, estas excepciones históricas –cuestión agitada en la hora presente- no son nuevas, sino que son desde hace mucho tiempo muy esparcidas y comunes. Las dichas dificultades históricas han sido frecuentemente y enteramente y aún elegantemente resueltas por quienes trataban las cosas de la teología (en sus disertaciones sobre el primado de la Santa Sede, la infalibilidad de la Iglesia católica y otras verdades católicas), luego de sus controversias varias contra los protestantes, jansenistas, febronianos y otros (herejes).

"Parece menos bueno y menos conveniente a los Padres volver sobre la cuestión reexaminando nuevamente una por una cada una de las dificultades, como si las objeciones hechas contra las verdades católicas tuvieran un fondo de realidad y como si hubieran conservado hasta este día un verdadero valor y fuerza; o bien, lo que llegaría a lo mismo "como si esta verdad revelada y la doctrina de la Iglesia católica no estuvieran suficientemente protegidas y defendidas" (Relatio de observationibus Reverendissimorum concilii Patrum in schema de romani pontificis primatu, in: Schneemann (ed.): Acta…, col. 287 – 288).

Es por esto que los Padres rehusaron examinar la historia eclesiástica y se contentaron simplemente con reenviar a una biblioteca científica, en la que las pretendidas caídas de los papas estaban refutadas:

"Que se consulte pues a autores serios y aprobados, que han escrito sobre las principales excepciones que se han opuesto (al dogma)". 7

A priori, si el magisterio dice que un Papa no puede jamás fallar en la fe, el creyente juzgará inútil ir a verificar esta aserción espulgando la historia de todos los pontificados desde San Pedro. No obstante siendo que los arrianos, galicanos, protestantes y jansenistas se han esforzado en probar que tal o cual Papa habría caído en la herejía, y que sus argumentos son constantemente retomados y machacados por los medios católicos en la hora actual, parece cuando menos ineludible estudiar estas controversias.


SAN PEDRO

Comencemos pues por una acusación que concierne al primer Papa, San Pedro mismo. ¿No fue San Pedro amonestado por San Pablo por haber puesto en peligro la sana doctrina? (Gálatas II, 11).

Desde el comienzo del cristianismo, ciertos falsos hermanos intentaron judaizar la Iglesia. ―Falsos hermanos se habían introducido por sorpresa (en la Iglesia), y se habían deslizado furtivamente entre nosotros, para observar la libertad que tenemos en Jesucristo, y para reducirnos a servidumbre‖, sujetándonos de nuevo al yugo de las prescripciones legales judaicas (Gálatas II, 4). Estos falsos hermanos exigieron a los paganos convertidos al cristianismo que observaran también las prescripciones de la ley del Antiguo Testamento. En el concilio de Jerusalén, San Pedro dijo que no era necesario obligar a los paganos a esta observancia: Los participantes del concilio se ajustaron a la opinión del primer Papa (Hechos de los apóstoles XV, 1 – 29; Gálatas II, 1 – 6).

San Pedro deja Jerusalén para ir a Antioquía. Él no observaba más las prescripciones legales del judaísmo. Pero un tiempo después, arribaron a Antioquía cristianos de origen judío que venían de Jerusalén, que practicaban todavía la ley antigua. De resultas, San Pedro come con ellos a la manera judía, para no ofenderlos. Esto le valió una censura de parte de San Pablo.

San Pablo mismo relata en su epístola a los Gálatas, cómo se desarrolla el incidente de Antioquía. Citamos esta epístola agregando entre paréntesis algunas explicaciones.

"Cuando Kephas (San Pedro) vino a Antioquía", cuenta San Pablo, "yo le resistí en cara, porque él era reprensible. Pues, antes que algunas gentes (= cristianos de origen judío que practicaban todavía las prescripciones judaicas) del entorno de Santiago (obispo de Jerusalén) hubieran arribado, él comía (indiferentemente toda suerte deviandas) con los gentiles (convertidos); pero después de su arribo, él se retira y se separa (de los gentiles); temiendo (escandalizar) a los circuncisos, ( a los cuales este uso de comidas prohibidas por la ley parecía un gran crimen). Y los otros judíos lo imitaron en su disimulación, al punto de arrastrar a Bernabé mismo a disimular con ellos.

Pero cuando vi. que ellos no marchaban derecho según la verdad del Evangelio (que era ofendido por esta fingida observación de las ceremonias de la ley), dije a Kephas delante de todo el mundo: "Si tú, siendo que eres judío vives como los gentiles y no según la ley judía, ¿cómo puedes (por tu ejemplo) llevar a los gentiles a judaizar? (…) El hombre no se justifica por las obras de la ley (antigua), sino solamente por la fe en Jesucristo" (Gálatas II, 11 – 16).

Destacamos en principio que San Pedro no enseña que haya que judaizar, sino que tuvo simplemente un comportamiento en ese sentido ("no marchaba" según el Evangelio, pero no ―no enseñaba” según el Evangelio). Esto lo subrayaba ya en el siglo III el escritor eclesiástico Tertuliano (De la prescripción contra los herejes, cap. 23): San Pedro cometió allí "un error de procedimiento y no de doctrina".

Por otra parte, fue por miedo de escandalizar a los cristianos de origen judío que él actuó así , como lo prueba la expresión ―por temor‖. La palabra ―disimulación‖ indica que él no mostraba su verdadera convicción, que era ortodoxo. En fin, al escuchar sin decir palabra los duros reproches de San Pablo y modificar enseguida su actitud, da a todos una gran lección de humildad.

* * *

Para comprender bien el incidente de Antioquía, es necesario conocer el contexto histórico y geográfico de la época. Había, en efecto, una diferencia de tamaño entre la comunidad cristiana de Jerusalén y la de Antioquía.

Las prescripciones de la ley judaica sobre los alimentos, la circuncisión, los ritos de purificación, etc. No eran obligatorios para los gentiles (decisión de San Pedro en el concilio de Jerusalén) y no lo eran más tampoco para los judíos convertidos al cristianismo.

En Jerusalén, los cristianos de origen judío observaban todavía las prescripciones legales, mientras que en Antioquía, los cristianos de origen judío las habían ya abandonado. ¿Por qué? Porque en Jerusalén, los habitantes eran todos judíos, mientras que en Antioquía, la población era mixta: viendo que los cristianos gentiles de Antioquía no practicaban la ley judaica, los cristianos judíos de Antioquía se habían dejado arrastrar ellos mismos a abandonar sus antiguos hábitos judaicos.

Con el fin de respetar la sensibilidad de la comunidad cristiana de Jerusalén, destaca San Juan Crisóstomo, "Pedro no osaba decir claramente y abiertamente a sus discípulos que era necesario abolirlas enteramente. Temía, en efecto, que si trataba de suprimir prematuramente estos hábitos, destruiría al mismo tiempo la fe de Cristo, pues el espíritu de los judíos, dese mucho tiempo imbuido de los prejuicios de su ley, no estaba preparado para entender tales consejos. Por eso San Pedro les dejaba seguir las tradiciones judaicas" (San Juan Crisóstomo: Comentario sobre la epístola a los Gálatas).

Es así que San Pedro, por condescendencia para los cristianos judíos de Palestina, observaba las prescripciones judaicas mientras residía en Jerusalén. Por el contrario, arribado a Antioquía, podía permitirse vivir a la manera de los gentiles sin temor de chocar a los cristianos judíos de Antioquía. Los fieles de Antioquía habían, en efecto renunciado hacía tiempo a la observación de las prescripciones legales del judaísmo.

Pero cuando algunos cristianos judaizantes de Jerusalén llegaron a Antioquía, San Pedro cambia de nuevo su conducta, y observa la ley judaica, con el fin de no escandalizar a los recién llegados, como lo explica San Juan Crisóstomo: "Mientras Pedro vivía así (en Antioquía), llegaron algunos judíos enviados por Santiago, es decir desde Jerusalén, los que habiendo permanecido siempre en esa ciudad y sin haber conocido jamás otras costumbres, conservaban los prejuicios judaicos y guardaban mucho sus prácticas. Pedro, al ver luego esos discípulos que venían de dejar a Santiago y Jerusalén, y que no estaban todavía confirmados (en la fe), temió que si sufrían un escándalo rechazarían la fe. Cambia nuevamente de conducta, y cesando de vivir a la manera de los gentiles, volvió a su primera condescendencia y observa las prescripciones relativas a la alimentación" (81. Juan Crisóstomo: Homilía sobre este texto: “yo le he resistido en cara”).

Sin embargo, cuando se dio cuenta (gracias a la reprimenda de San Pablo) que su actitud condescendiente respecto a los judíos arribados de Jerusalén peligraba de volverse contra la fe, San Pedro cambia inmediatamente y definitivamente de actitud.

* * *

En resumen, el reproche de San Pablo era justificado, porque la actitud demasiado condescendiente de San Pedro respecto a los judaizantes llegados de Jerusalén se volvía en detrimento de los fieles de Antioquía. 

Sin embargo, hace falta decir en descargo de San Pedro que su conducta era inspirada por un motivo noble, pues había judaizado únicamente para evitar escandalizar a los judíos llegados de Jerusalén: "temía que si ellos experimentaban un escándalo, rechazarían la fe" dice San Juan Crisóstomo: ¡San Pedro actuó así por caridad, y no porque se hubiera desviado de la fe él mismo!

El príncipe de los teólogos, Santo Tomás de Aquino, no dice otra cosa en su comentario sobre la actitud de San Pedro en Antioquía. "Actuaba así, porque temía a aquellos que venían de entre los circuncisos" (Gálatas II, 12), es decir los judíos, si se quiere no por un temor humano o mundano, sino por UN TEMOR INSPIRADO POR LA CARIDAD, es decir para que no fuesen escandalizados, dice la Glosa. Pedro deviene por esta conducta como judío con los judíos, fingiendo, con ellos que eran débiles, pensar como ellos. Sin embargo, este temor de su parte era opuesto al orden, porque no se debe jamás abandonar la verdad por temor al escándalo" (Santo Tomás: Comentario sobre todas las epístolas de San Pablo; lección 3 sobre el capítulo II de la epístola a los Gálatas ).

A manera de conclusión, citaremos todavía a San Jerónimo: "Él se retiraba y se separaba temiendo los reproches de los circuncisos. Temía que los judíos, de los cuales era el apóstol se alejaran de la fe de Cristo con ocasión de los gentiles; IMITADOR DEL BUEN PASTOR, temía perder el rebaño confiado a sus cuidados" (San Jerónimo: Carta dirigida a San Agustín en 404).


San LIBERIO

Ciertos escritores pretenden que el Papa San Liberio (352 – 366) habría tomado el partido de los herejes arrianos y excomulgado al obispo católico San Atanasio. 

Esta acusación es totalmente injusta, pues San Liberio se distingue al contrario por su lucha contra el arrianismo, lo que le valió ser exiliado de Roma por el emperador arriano. Lejos de excomulgar a Atanasio, le defendió por el contrario de sus adversarios.

El ataque contra Liberio tiene tan poco sustento que un antiinfalibilista de primer rango como Mons. Bossuet no pudo valerse de él. ―En 1684, Bossuet recibió el encargo de Luis XIV de componer la defensa de la declaración de la Iglesia de Francia (defensa de la herejía galicana). Emprendió enseguida esta obra, que debía costarle tanto trabajo y darle tan poca satisfacción. En la investigación de todo lo que podía invalidar la infalibilidad de los papas, tropieza rápido con la caída de Liberio. ¿Cuál fue el resultado del largo examen que hizo de este hecho? Su secretario, el padre Ledieu nos lo cuenta: después de haber hecho y rehecho veinte veces el capítulo sobre Liberio, terminó por suprimirlo totalmente, como no probando lo que él quería (padre Benjamin Marcellin Constant: La historia de la infalibilidad de los papas o investigaciones críticas e históricas sobre los actos y las decisiones pontificales que diversos escritores han creído contrarias a la fe, segunda edición, Lyon y París 1869, t. 1, p. 357, apoyándose en Historia de Bossuet, Piezas justificativas, 5, 1, t. II). 

"Liberio asciende al trono pontificio el 22 de mayo de 352. Algunos meses después arribaban a Roma dos diputaciones: una, enviada por los obispos de Oriente, para entregar al Papa una requisitoria contra el obispo de Alejandría (…); la otra venía a hacer, en nombre de todos los obispos de Egipto, la apología del mismo personaje. ¿Qué hace Liberio? Convoca un concilio en Roma, hace leer las cartas de los Obispos de Oriente y las de los obispos de Egipto, escucha los dichos de las dos partes, y, suficientemente edificado sobre la causa, clausura los debates y declara la acusación hecha contra Atanasio desprovista de todo fundamento.

En el concilio de Arles en 353, el legado Vincent de Capoue cree que el bien de la Iglesia exige que se haga a la paz general el sacrificio de un hombre. La fe de Nicea es respetada, pero Atanasio es condenado. Liberio, ante esta noticia es penetrado de dolor; llama a su legado prevaricador, jura morir antes que abandonar al inocente. (…)

Un año después, (el emperador arriano) Constancio reprocha de nuevo a Liberio su adhesión al obispo de Alejandría (pero el Papa resiste).

En 355, el oficial Eusebio al principio, el mismo emperador enseguida, presionan a Liberio para que condene a quién ellos ven como su enemigo personal. "¿Cómo, se los ruego", responde Liberio, ―actuar así para con Atanasio? ¿Cómo podemos Nos condenar al que dos concilios reunidos de toda la tierra han declarado puro e inocente, aquél que un concilio de Roma ha despedido en paz? ¿Quién nos persuadirá de separar de Nos, en su ausencia, a aquél que, en su presencia, Nos hemos admitido a la comunión y recibido con ternura? (…) "Ningún lugar para la excomunión; todo es pleno, al contrario, de pruebas de la más sincera adhesión" (Constant, t. 1, p. 329 – 331).

El emperador intenta hacer ceder a San Liberio por regalos y amenazas, pero en vano. El emperador ordena entonces relegarlo a Berea de Tracia e hizo nombrar un Papa en Roma llamado "Félix II".

Tras una petición de las damas romanas, el emperador llama a San Liberio. ¿San Liberio habría hecho concesiones doctrinales al arrianismo, con el fin de poder retornar de su exilio?

El antipapa "Félix II", a pesar de adherir a la fe de Nicea, mantenía relaciones con los arrianos. Por esta razón era detestado por los fieles de Roma y su iglesia estaba vacía, Cuando San Liberio regresó, la recepción hecha por el pueblo fue triunfal. Si San Liberio hubiera hecho cualquier concesión a los arrianos, los parroquianos le hubieran manifestado la misma hostilidad que a "Félix II".

El obispo Osius guarda la fe hasta la edad de 90 años, después suscribe una fórmula arriana bajo coacción. Su caída hizo gran ruido. Si San Liberio hubiera tenido una caída parecida, el escándalo hubiera sido todavía más grande y su memoria hubiera sido censurada para siempre. Ahora bien, este pontífice goza de un renombre excepcional, incompatible con una pretendida caída. ―¿Hay que asombrarse de que Siricio lo vea como uno de sus más ilustres predecesores; que San Basilio lo llame "bienaventurado, muy bienaventurado", San Epifanio ―pontífice de feliz memoria", Casiodoro "el gran Liberio, el muy santo obispo que sobrepasa a todos los otros en mérito y se lo encuentra en todo uno de los más célebres"; Teodoreto "el ilustre y victorioso atleta de la verdad"; Zócimo "hombre poco común bajo cualquier aspecto que se lo considere"; Lucius Dexter "San Liberio"; San Ambrosio "santo, muy santo obispo"?. 8

Se objetará que San Atanasio habla de la caída de Liberio, y en su Apología contra los arrianos, y en su Historia de los arrianos dirigida a los solitarios; pero todo el mundo conviene en que la Apología ha sido escrita como muy tarde en 350, es decir dos años antes que Liberio fuera Papa. La parte en la que se habla de su caída, es pues evidentemente una adición posterior, hecha por una mano extraña y poco hábil, pues bien lejos de dar fuerza a la Apología, la vuelve inepta y ridícula. La historia de los arrianos ha sido escrita igualmente antes de la época en que se supone la caída de Liberio, o al menos antes de la época en que San Atanasio haya podido conocerla (la caída de Liberio), no más que la de Osius; pues allí se habla muchas veces de Leoncio de Antioquía como todavía vivo. Y hemos visto que se informa de su muerte en Roma, en la época en que las damas romanas suplicaron a Constancio autorizar el retorno del Papa, que entonces ciertamente no había todavía prevaricado. El pasaje en que se habla de su caída es pues también una adición hecha después, y que no pega más con lo que precede que con lo que sigue, ¿Pero por quién pueden haber sido hechas estas interpolaciones? Hemos visto que durante su vida, los arrianos pergeñaron una carta de San Atanasio a Constancio,. Lo que ellos pudieron durante su vida, lo han podido todavía más fácilmente después de su muerte" (padre René François Rohrbacher: Historia universal de la Iglesia católica, 1842 – 1849, t. II, p. 167).

Se objetará todavía que San Hilario en muchos lugares de sus escritos, habría anatematizado a San Liberio como hereje. Pero allí todavía se trata de interpolaciones de copistas arrianos. El historiador Ruffin escribía en efecto cincuenta años después de la muerte de San Liberio: "Los libros tan instructivos compuestos por San Hilario para contribuir a la conversión de los signatarios de Rimini (conciliábulo arriano), han sido seguidamente tan falsificados por los herejes, que Hilario mismo no los reconocería" (in: Constant, t. 1, p. 328).

Los arrianos falsearon escritos de San Atanasio, de San Jerónimo, de San Hilario y de San Liberio mismo (análisis detallado en Constant, t. 1, p. 294 – 349).

Que San Liberio haya caído en la herejía arriana y que haya excomulgado a Atanasio es una invención forjada por los falsarios arrianos. "La historia de los arrianos presenta una colección de falsificaciones de todos los grados: Insertan subrepticiamente una letra en una palabra para alterar el sentido. (…) Tachan firmas (…) Agregan secretamente artículos a decisiones tomadas en público (…) Inventan cartas. Hemos visto las atribuidas a Liberio. Atanasio también se vio alcanzado por este género de prueba: ―Cuando supe que los arrianos aseguraban que yo había escrito una carta al tirano Magnencio y que aun decían tener una copia, me puse fuera de mí; pasaba las noches sin dormir, atacaba a mis denunciadores presentes; daba fuertes gritos y rogaba a Dios con lágrimas y sollozos que vosotros quisierais escuchar favorablemente mi justificación" (San Atanasio: Apol. Ad Const.). Otras veces forjan peticiones y simulan firmas. (…) En fin, dan el nombre de concilio católico a sus reuniones, y bajo esta apariencia publican sus propias actas como si hubieran sido canónicamente redactadas y aprobadas, y este ardid tiene éxito al punto que San Agustín mismo confunde largo tiempo el concilio arriano de Filipolis con el concilio respetable de Sárdica. Nos parece, después de esto, que no se encontrará sorprendente que algunos de sus escritores hayan acusado a Liberio de haber repartido sus sentimientos, que algunos católicos hayan dado fe a sus calumnias tan astutamente fabricadas y tan audazmente sostenidas" (Constant, t. 1, p. 359 – 361).

San Liberio condena los conciliábulos herejes de Tiro, de Arlés, de Milán y de Rimini. Nueva prueba de su ortodoxia.

Otra prueba:

No fue invitado al conciliábulo de Rimini organizado por los arrianos. En 359, el emperador arriano Constancio convoca al conciliábulo de Rimini, pero se guarda bien de invitar a San Liberio, Atanasio y a los cincuenta obispos exiliados de Egipto.

San Jerónimo comenta los efectos del conciliábulo de Rimini por una frase célebre: "El universo gime y se sorprende de ser arriano". SOLO San Liberio tuvo el mérito de enderezar la situación: anula el conciliábulo de Rimini y anima a los obispos signatarios a rechazar la interpretación herética. "Los términos "hypostase" y "consubstancial" son como un fuerte inexpugnable, que desafiará siempre los esfuerzos de los arrianos. Es en vano que en Rimini hayan tenido la habilidad de reunir a los obispos para obligarlos por ardides o amenazas a condenar las palabras insertadas prudentemente en el símbolo; este artificio no ha servido de nada (…). Nos, recibimos a nuestra comunión a los obispos engañados en Rimini, con tal que renuncien públicamente a sus errores y condenen a Arrio" (in: Constant, t. 1, p. 401 – 403).

La situación se vuelve más dramática el año siguiente. En el conciliábulo de Constantinopla (359 ó 360), los acacianos y los arrianos retoman la fórmula de Rimini y la herejía del concilio arriano de Nice en Tracia (359), que rechazaba la palabra "substancia" (siempre con el fin de socavar la fe definida en el concilio católico de Nicea de 325). "El concilio hizo firmar esta fórmula a todos los obispos, y la envía a todas las provincias del imperio, con una orden del emperador de exiliar a todos los que rehusaran firmarla. El gran número de obispos firma" (Paul Guérin: Los concilios generales y particulares, Bar-le-Duc 1872, t.1, p. 141). Entre los rarísimos defensores de la fe que rehusaron firmar, se cuenta el Papa San Liberio.

Es entristecedor leer, bajo ciertas plumas, que San Liberio habría sido arriano. Él tuvo el inmenso mérito de salvar, él solo, el universo católico entero. Que se había ensombrecido durante el arrianismo, cuando centenas de obispos reunidos en el conciliábulo de Rimini firmaron los textos susceptibles de una interpretación arriana. Él anima a los obispos de Rimini a retractarse. Cuando estos obispos lo hicieron, San Liberio informa a los obispos de Macedonia. Su carta merece ser citada, pues, leyéndola, no se ve cómo este Papa canonizado podría ser tachado de arriano. Bien por el contrario, es de una santidad intransigente, lo que es todo a su honor y al honor del papado.

"Nos os señalamos a fin de que vosotros no lo ignoréis, que todos los blasfemos de Rimini han sido anatematizados por aquéllos que han sido engañados por el fraude", a saber, los obispos embaucados por algunos arrianos durante la tenida del conciliábulo, pero que se habían reintegrado gracias al Papa. ―Pero vosotros debéis indicar esto a todos, a fin de que aquéllos que, por la fuerza o por el fraude, han sufrido un daño en su fe, puedan ahora salir de la trampa herética para acceder a la luz divina de la libertad católica. Si alguno rehúsa expulsar el virus de la doctrina perversa, rechazar todas las blasfemias de Arrio y de condenarlas por el anatema: que sepa que – todo como Arrio, sus discípulos y otras serpientes, a saber los sabelianos, los patropasianos, o no importa cuáles otros herejes – es extranjero y fuera de la comunión de la Iglesia, que no admite los hijos adúlteros" (San Liberio: carta Optatissimum nobis. 366).

A manera de conclusión, una cita del antiguo historiador Teodoreto (Historia eclesiástica, libro II, c. 37): San Liberio fue verdaderamente "el ilustre y victorioso atleta de la VERDAD".


HONORIO I

Ciertos escritores pretenden que el Papa Honorio I (625 – 638) habría sido anatematizado por el VI concilio ecuménico (680 – 681) por haber seguido a los herejes monotelitas.

Que este Papa había sido monotelita es una desinformación forjada en todas sus piezas por los monotelitas mismos, con el fin de prevalerse de la autoridad de un Papa para dar más crédito a su herejía. Los monotelitas fueron convictos de calumnia por San Máximo el confesor (contemporáneo de Honorio), por el antiguo secretario del Papa difunto y por el Papa Juan IV (segundo sucesor de Honorio). Algunos decenios después, los Griegos falsificaron las actas del VI concilio ecuménico, agregando subrepticiamente a Honorio en la lista de los herejes monotelitas anatematizados. Pero dos siglos más tarde, el VIII concilio ecuménico, realizado en Constantinopla (¡!) condena a aquéllos que "esparcían rumores injuriosos contra la Santa Sede" y ordena: "Que nadie redacte ni componga escritos y discursos contra el muy santo Papa de la antigua Roma, bajo pretexto de PRETENDIDAS faltas que habría cometido”Además, todos los clérigos de Oriente y de Occidente firmaron una profesión de fe, según la cual jamás ningún Papa había cesado de servir a la santa doctrina.

El asunto de Honorio parecía cerrado; ¡pues he aquí que seis siglos más tarde, reaparece! Los centurarios de Magdeburgo (historiadores protestantes) exhumaron la vieja fábula de Honorio. Pronto fueron secundados por los galicanos, evidentemente al acecho de todo lo que permitiera abrir una brecha en al infalibilidad de Roma, con la cual estaban en guerra por servilismo respecto al rey de Francia.

Bien entendido, los apologistas católicos no permanecieron sin voz, bien al contrario. El brillante teólogo e historiador Pighius defendió a los papas contra sus calumniadores en su Hierarchiae ecclesiasticae assertio (Colonia 1538). Durante un coloquio entre sabios alemanes en Ratisbona en 1541, Pighius fue violentamente atacado por uno de sus cofrades, que blandía triunfalmente el caso de Honorio e intima a Pighius la orden de retractarse, a falta de lo cual no podría ganar su salvación. Pighius no se deja desconcertar: fija un plazo de tres días. Durante ese plazo, cada uno de los adversarios debía aportar documentos para probar su tesis. Pasado el plazo prescripto, Pighius presenta a sus colegas un voluminoso expediente atiborrado de documentos que justificaban a Honorio. El adversario de Pighius, llegó con las manos vacías 9 

Después el sabio cardenal Baronius (de quién León XIII admiraba la "increíble erudición" en su breve Saepenumero considerantes), sin olvidar al doctor de la Iglesia San Roberto Belarmino (cuyo tratado De romano pontífice figura en la bibliografía científica de los Padres de Vaticano I mencionados más adelante) demostraron la impostura de los pseudo científicos protestantes.

La controversia se transforma en verdadera batalla periodística en el momento de la convocatoria del concilio Vaticano, que debía definir la infalibilidad. La Iglesia zanja a favor de la inocencia, recomendando la lectura de ciertos historiadores favorables a Honorio, e incluyendo en el Index ciertos libros escritos por pseudo historiadores opuestos a Honorio.

¿Asunto terminado? ¡Para nada! Escritores actuales, deseosos de defender cueste lo que cueste la legitimidad de los pontificados de Roncalli, Montini, Luciani y Wojtyla, se sirven constantemente de la causa de Honorio para afirmar que un Papa puede caer en la herejía y aún así permanecer Papa. Vehiculizan una calumnia atroz, forjada por herejes antiguos, luego relanzada por herejes modernos, contra aquél a quién San Máximo llamaba “el divino Honorio”.

El caso de Honorio ha hecho correr más tinta que todos los pontificados de los otros papas reunidos. También nosotros le hemos consagrado un estudio científico particularmente frondoso basado sobre:

1. Las fuentes: textos de los concilios, de los papas, de los contemporáneos;

2. La literatura científica: tres tesis universitarias especializadas sobre Honorio, más numerosas obras históricas sobre esta causa (ver nuestro condensado en Anexo A).

Nota bene: leyendo los documentos acumulados en Anexo A, el lector tendrá solamente un resumen de la defensa. Como decía ya Anastasio el bibliotecario: “Si queremos acumular todo lo que podemos recoger para la defensa de Honorio, el papel nos faltará antes que el discurso” Anastasio el bibliotecario (800-879) vivió en Roma donde trabajaba para los papas. Era su archivista y su traductor. Célebre por su conocimiento del griego, tradujo las actas de los concilios. Compara las actas originales de los concilios conservadas en Roma con las copias hechas por los Griegos en Constantinopla y descubre que los Griegos eran falsarios. Nuestra conclusión será la de Anastasio el bibliotecario: Honorio ha sido “acusado calumniosamente” por falsarios.


Juan XXII

El Papa Juan XXII (1316-1334) habría enseñado una herejía sobre la visión beatífica durante años y se habría retractado sólo en su lecho de muerte. Se reprocha a Juan XXII haber predicado que las almas de los justos, separadas de sus cuerpos, no verán la esencia y las personas divinas más que después de la resurrección general; y que en la espera, no gozarán más que de la vista de la humanidad santa del Salvador. 

En verdad, este Papa creía exactamente lo opuesto de la opinión que se le reprochaba. He aquí su profesión de fe: "Nos, declaramos como sigue el pensamiento que ES y que ERA el nuestro. (…) Nos, creemos que las almas purificadas separadas de los cuerpos son reunidas en el cielo (…) y que, siguiendo la ley común, ellas ven a Dios y a la esencia divina cara a cara" (Juan XXII: bula Ne super his de diciembre 3 de 1334, redactada poco antes de su muerte). La expresión "que es y que era" prueba que él creyó esto durante toda su vida.

Este Papa fue un defensor intrépido de la fe, pues refuta sin descanso a los herejes de diversos países, sin temor de hacerse de los peores enemigos. Entre ellos figuraba el monarca bávaro Luis IV, que había puesto en Roma un antipapa. El monarca fue excomulgado por Juan XXII. Los cismáticos de Baviera se vengaron entonces de forma innoble: atribuyeron al Papa propósitos que él jamás había tenido y difundieron por todas partes que habría desviado de la fe. Esto llevó al rey de Francia, Felipe VI de Valois a ordenar una investigación. Los teólogos de La Sorbona, mandados por el rey, examinaron este asunto con le más grande cuidado. Concluyeron en la inocencia de Juan XXII:

* * *

Para comprender bien el origen de las calumnias proferidas contra Juan XXII, es conveniente conocer mejor a sus enemigos: los "fraticelli" y su protector Luis de Baviera.

Los Fraticelli eran monjes franciscanos herejes y cismáticos. En 1294, los franciscanos se habían escindido en dos órdenes: los "conventuales" que admitían la propiedad común, a saber los ingresos y los bienes inmobiliarios; los "fraticelli" (o "ermitaños pobres" o "espirituales") que la recusaban.

Los fraticelli se entusiasmaban con los sueños apocalípticos de Olivi y de Casale, salidos de las herejías de Joaquín de Fiore. Según Joaquín de Fiore, retomado por los fraticelli, la era de la Iglesia estaba terminada. Con el fin de la Iglesia comenzaba la era del Espíritu Santo. La Iglesia era la gran prostituta, librada a los placeres de la carne, el orgullo, e la avaricia: los fraticelli, representaban la nueva Iglesia, casta, humilde y, sobre todo, absolutamente pobre. Juan XXII los reprendió severamente: "El primer error que sale de su laboratorio colmado de tinieblas inventa dos Iglesias, la una carnal, agobiada por las riquezas, desbordando de riquezas y manchada de fechorías, sobre la cual reinan, dicen ellos, el pontífice romano y los prelados inferiores; la otra espiritual, pura por su frugalidad, ornada de virtudes, ceñida por la pobreza, en la cual ellos se encuentran solos con sus pares, y a la cual presiden ellos mismos por el mérito de una vida espiritual, si vamos a dar crédito a sus mentiras" (Constitución Gloriosam Ecclesiam, enero 23 de 1318).

Identificando su regla y su interpretación con el Evangelio mismo, los fraticelli rehusaron reunificar su orden con los conventuales (exigida por Clemente V y por Juan XXII). Cuando Juan XXII demanda algunos cambios a su regla monástica, le declaran enemigo del Evangelio y privado de toda autoridad. El Papa condena muchas proposiciones absurdas de los fraticelli (constitución Gloriosam Ecclesiam, enero 23 de 1318), lo que le valió un odio tenaz de su parte. Por su bula Cum inter nonnullos del 12 de noviembre de 1323, el Papa condena especialmente como herética la opinión según la cual Cristo y los apóstoles no habrían poseído nada, sea individualmente, sea en común. Buen número de franciscanos se rebelaron abiertamente. Se refugiaron en la corte de Luis de Baviera, que estaba en lucha con la Santa Sede. Desde allí inundaron Europa de panfletos contra quién ellos llamaban desdeñosamente "Juan de Cahors", porque lo consideraban como caído del soberano pontificado en razón de su (supuesta) "herejía".

El monarca Luis IV de Baviera (1287- 1347) quiso estar por encima del papado, ser una suerte de superior del Papa. Su loca pretensión correspondía bastante bien a una tesis enunciada por un filósofo de la época, pero tachada de herética por Juan XXII. El maestro parisino Marsilio de Padua fue, en efecto, condenado por el Papa (constitución Licet iuxta doctrinam, octubre 23 de 1327) por haber sostenido muchas herejías, entre las cuales ésta: "corresponde al emperador corregir al Papa y castigarlo, instituirlo y destituirlo".

Durante la elección del emperador del santo imperio romano germánico en 1314, los príncipes electores no pudieron ponerse de acuerdo. Unos designaron al austríaco Federico el Hermoso, otros a Luis el Bávaro. Luis gana la batalla de Mühldorf (septiembre 28 de 1322) y encarcela a Federico el Hermoso. Mas el Papa rehúsa la orona imperial a Luis el Bávaro, pues quería guardar neutralidad entre los dos rivales: El Papa se reserva la gerencia de los territorios italianos del Imperio, conforme a la  decretal Pastoralis cura de Clemente V, que decía: No siendo posible el recurso al poder secular, el gobierno, la administración y la jurisdicción suprema del Imperio corresponden al soberano pontífice, a quién Dios, en la persona de San Pedro, ha entregado el derecho de comandar todo a la vez en el cielo y en la tierra".

A pesar de esto, Luis no duda en ejercer su (pretendida) soberanía imperial en Italia y, como añadidura, recibe a los fraticelli herejes. Fue excomulgado el 23 de marzo de 1324. Replica, haciéndolo redactar por los fraticelli, la apelación de Sachsenhausen (22 de mayo de 1324), que declaraba a Juan XXII hereje y caído del soberano pontificado. El Papa a su vez decreta el 11 de julio de 1324, que Luis había perdido todo derecho a la corona.

Luis emprende entonces una expedición militar en Italia (1327-1330). Encuentra apoyo entre los herejes italianos y pudo tomar Roma. Se hizo coronar en la ciudad eterna el 17 de enero de 1328, por cuatro romanos (en violación flagrante del derecho: ¡sólo el Papa podía coronar a un emperador!). el 18 de abril de 1328, declara la caducidad de Juan XXII y el 12 de mayo, impone al antipapa Pietro Rainallucci, que toma por pseudónimo artístico el nombre de "Nicolás V" (1328-1330), El antipapa era originario de Corvara, villa situada en la región de L’Aquila, la patria del jefe de los fraticelli, Pedro de Morrone.

El Papa legítimo residía en Avignon. El "cónclave" de los cismáticos tuvo lugar en Roma. El candidato designado por Luis de Baviera era uno de sus cortesanos. "Este antipapa agregaba la herejía al cisma, sosteniendo que Jesucristo y sus discípulos nada habían poseído como propio, ni en común, ni en particular" (Mons. Paul Guérin: Los concilios generales y particulares, Bar-le-Duc 1872, t. III, p. 5). Igualmente, había una concepción exagerada de la pobreza monástica.

El "cónclave" viola todas las reglas más elementales del derecho. ―El pueblo de Roma se reúne delante de San Pedro, hombres y mujeres, todos aquellos que lo quisieran.

Ese era el sacro colegio que entraba en cónclave. El sedicente emperador Luis apareció sobre el estrado que estaba en lo alto de las gradas de la iglesia. (… ). Llama a un cierto monje y levantándose de su silla, le hizo sentar bajo el palio. Era un franciscano cismático, Pedro, nativo de Corbière en los Abruzos, que sostenía que los religiosos mendicantes no podían ni tener aun la propiedad de la sopa que comían y que sostener lo contrario era una herejía. Y era por esto que ―Luis de Baviera lo hizo sentar a su costado‖ para crearlo antipapa (Padre René François Rohrbacher: Historia universal de la Iglesia católica, 1842-1849, t. VIII. p. 483). Pues Pedro de Corvara y Luis de Baviera tenían la misma concepción falsa de la pobreza evangélica.

Se propone al pretendido sacro colegio, compuesto de hombres, mujeres y niños (¡!), la uestión ritual "¿Queréis por Papa al hermano Pedro de Corvara?". Las pobres gentes tuvieron tanto temor del emperador y de sus soldados, que accedieron. Juan XXII renueva la excomunión del emperador: Este último preparaba su revancha. Esperando ésta, recibe en su corte a los filósofos tristemente célebres por sus herejías: Marsilio de Padua, Ockham, Cesena y Bonagratia.

Marsilio de Padua (1290-1343 (?)) fue rector de la universidad de París en 1312. En 1324 publica su libro Defensor pacis, lo que le valió en 1326, una cita a comparecer ante el inquisidor del arzobispado de París. Marsilio prefiere huir a Baviera. Muchas proposiciones extraídas del Defensor pacis fueron calificadas de heréticas por Juan XXII. Marsilio había sostenido que el emperador estaba por encima del Papa; la separación de la Iglesia y del Estado estaba contenida en germen en su libro. Luis de Baviera lo nombra su director espiritual. ("vicarius in spiritualibus"). Se piensa que fue Marsilio quién empuja a Luis a hacerse coronar en Roma sin el consentimiento del Papa.

Guillermo Ockham (1285-1347) es considerado como uno de los más importantes filósofos (herejes) de la Edad Media. Este franciscano inglés quebranta la filosofía medieval e influye en la doctrina de Lutero. Su enseñanza naturalista lo lleva a poner en duda la transubstanciación: Fue convocado a Aviñón, donde residía el Papa. Desde 1324 hasta 1328, Ockham residió en un convento de Aviñón, mientras la Inquisición examinaba sus escritos. Trabó conocimiento con los fraticelli Cesena y Bonagratia, y adopta sus ideas.

Miguel de Cesena (muerto en 1342) era el antiguo superior general de los fraticelli. Había sido convocado a Aviñón en razón de su herejía.

Bonagratia de Bérgamo (1265-1340) había sido convocado también ante el tribunal aviñonés.

En la noche del 26 al 27 de mayo de 1328, los tres compadres huyeron y se reunieron con Luis de Bavaria en Pisa. Lo acompañaron enseguida a Baviera y allí permanecieron hasta sus muertes. Los tres excomulgados, cismáticos y herejes, llevaron una guerra de pluma pérfida contra la Santa Sede, despotricaron contra la autoridad del Papa, las riquezas de la Iglesia oficial, etc. etc.


* * *

En el tiempo de Juan XXII, la cuestión de la naturaleza de la "visión beatífica" no había sido zanjada todavía por la Iglesia. Los teólogos tenían libertad para discutir sobre esa cuestión. Una corriente mayoritaria sostenía que las almas de los difuntos en el cielo veían la esencia de Dios, mientras que una minoría de teólogos pensaba que verían la esencia de Dios solamente después del juicio final, y que debían contentarse, en la espera, con la vista de la humanidad de Nuestro Señor.

En esta disputa entre teólogos, Juan XXII pensaba muy bien que la opinión mayoritaria era correcta (como lo atestiguan su bula citada supra y el testimonio de su sucesor Benedicto XII citado infra), pero aún así quiso examinar los argumentos contrarios. Reunió a este efecto testimonios variados de los Padres de la Iglesia e invitó a los doctores a discutir los pro y los contra.

Entonces sus enemigos aprovecharon la ocasión propicia para deformar sus intenciones. "En ese momento, (en 1331), por malevolencia, los Bávaros que habían seguramente seguido el cisma (de Luis IV de Baviera) y los pseudo hermanos menores condenados por herejía (los fraticelli), de los cuales los conductores eran Miguel de Cesena, Guillermo de Ockham y Bonagratia (…), atacaron por calumnias la reputación pontificia, afirmando que Juan habría pronunciado una definición (ex cathedra) como que las almas no veían la esencia divina antes del juicio final. Es por eso que, poco tiempo después movidos por un celo perverso, comenzaron a formular demandas de convocatoria a un concilio ecuménico contra él en tanto que hereje" (Odoric Raynald: Annales ecclesiastici ab anno MCXVIII ubi desinit cardinales Baroniuis, anotado y editado por Jean Dominique Mansi, Lucae 1750, anno 1331, nº 44).

"Los enemigos calumniaron al pontífice. Un insigne doctor alemán, Ulrich, los refuta. (…) Demuestra, hacia el fin de su obra (libro IV, último capítulo, manuscrito nº 4005 de la Biblioteca del Vaticano, p. 136), en contra de los calumniadores del pontífice, que los propósitos criticados por los enemigos, el Papa los había tenido en tanto que moderador de un debate escolástico" (Raynald, anno 1331, nº 44).

¿Qué debe entenderse por un "debate escolástico"? Hay que comprenderlo como una "disputatio", es decir un debate contradictorio en el que los adversarios hacen valer argumentos a favor y en contra de tal o cual punto de la doctrina. Santo Tomás de Aquino, en la Summa theologiae, procede así: enumera sistemáticamente toda una retahíla de argumentos a favor de la tesis errónea, y enseguida la refuta por los argumentos opuestos. Sería deshonesto decir que santo Tomás es hereje, bajo el pretexto de que cita también argumentos falsos. Y, sin embargo, es exactamente lo que hicieron los cismáticos bávaros respecto al Papa: lo acusaron de herejía, siendo que Juan XXII había simplemente citado, sin adherir de ninguna manera a algunos textos de los Padres que iban en contra de la opinión predominante. El Papa mismo dice haber evocado estas palabras patrísticas ―citando y repitiendo, pero de ninguna manera determinando o adhiriendo" (Juan XXII: bula Ne super his del 3 de diciembre de 1334).

El "insigne doctor" en teología Ulrich explica: "si verdaderamente se comprende piadosamente y santamente el estilo Pontificio, se descubrirá, pesando cuidadosamente las cosas, que no se trata, propiamente hablando, de un sermón, ni de una definición, ni de una determinación, ni de una predicación, sino más bien de un debate contradictorio (scholastica disputatio) o de una confrontación de opiniones disputadas" (Ulrich, in: Raynald, anno 1333, nº 44).

El Papa, prosigue Ulrich, "evita la forma y el modo y la costumbre de la predicación de un sermón; asume la forma y el modo y la costumbre de las disputas escolásticas: citas de autoridades, razonamientos, analogías, argumentos, glosas, silogismos y muchas otras sutilezas verbales, mostrando por eso que el habla no como predicador, sino como disputador” (ibídem).

La intervención de Ulrich calma los espíritus por un tiempo. Pero la cuestión de la visión beatífica no era todavía zanjada.

La controversia prosigue con más fuerza dos años más tarde, en 1333. "Deseando ardientemente clausurar ese debate, Juan (XXII) pone ante los ojos de los cardenales sus recopilaciones de los oráculos de las Santas Escrituras y de las sentencias de los Padres de la Iglesia, que podían ser invocados sea por una u otra parte. Fue dada orden a los cardenales, a los superiores y a otros doctores (…) de examinar con cuidado y solicitud la controversia y de aportar de todas partes las palabras pronunciadas por los santos Padres que hubieran localizado. El pontífice reunió todos estos datos en un libro, que transmite a Pedro, arzobispo de Ruan (futuro Clemente VI). En este libro, nada era suyo, sino que todas las palabras eran extraídas de la Santa Escritura y de los Padres” (Raynald, anno 1333, Nº 45).

Los doctores de París estaban divididos entre ellos. Una minoría pensaba que las almas de los difuntos salvados no verían la esencia divina hasta después del juicio final. "Se difundió la calumnia que el pontífice era el autor y abanderado (jefe) de su opinión (…) Pero el pontífice, a fin de contrarrestar esta calumnia, escribió muchas cartas al rey y a la reina de Francia; se quejaba en ellas que esta cosa le era atribuida por los alintencionados, que él jamás había estatuido cualquier cosa que fuera en esta cuestión, sino que había coleccionado las palabras de los padres únicamente para que eso se pusiera al estudio en vista de buscar la verdad. (…) Ruega al rey no silenciar uno u otro partido para que la discusión arrojara la verdad" (Raynald, anno 1333, nº 45).

"Nos no hemos proferido ninguna palabra de nuestra propia cosecha‖, escribía Juan XXII al rey, "sino solamente las palabras de la Santa Escritura y de los santos (aquellos cuyos escritos son aceptados por la Iglesia). Muchas personas –los cardenales y otros prelados, próximos o lejos de Nos- han hablado a favor y en contra sobre esta materia en sus discursos. En los discursos, aun los públicos, los prelados y maestros en teología disputan sobre esta cuestión de muchas maneras, a fin de que la verdad pueda ser encontrada más completamente" (Juan XXII: carta Regalem notitiam, diciembre 14 de 1333, dirigida al rey de Francia Felipe VI de Valois, in Raynald, anno1333, nº 46).
Los rumores con los que fue inundada Francia venían de los cismáticos bávaros. En Baviera, los fraticelli aguzaron sus plumas contra el soberano pontífice. Bonagratia publica un comentario mentiroso: como verdadero falsario, hacía creer que Juan XXII pretendía imponer la opinión minoritaria. Ockham y Nicolás el minorita publicaron sermones de Juan XXII totalmente ficticios. Miguel de Cesena recorrió reinos y provincias en vista de organizar un conciliábulo en Alemania contra "Juan de Cahors", antes Papa. El director de orquesta del complot era, bien entendido el sedicente emperador Luis IV de Baviera.

El 28 de diciembre de 1333, Juan XXII reúne un consistorio e informa a la reina de Francia: "Nos ordenamos a los cardenales, prelados, doctores en teología y canonistas presentes en la curia que hagan un estudio con diligencia y nos expongan su sentimiento; y para que puedan hacerlo más rápidamente, hemos hecho una copia de las colecciones de los santos, de las autoridades y de los cánones que pueden ser invocados por una u otra parte" (Juan XXII: carta Quid circa, 1334, in: Raynard, anno 1334, nº 27).

El Papa ordena la lectura de las autoridades que había reunido. Esta lectura dura cinco días (admiremos la erudición del Papa, dicho sea de paso).

Un año más tarde, en su bula, declara que siempre había creído la opinión mayoritaria y que había solamente expuesto, a título de hipótesis contestable, la opinión minoritaria: "Nos, creemos que las almas purificadas separadas de los cuerpos (…) ven a Dios en la esencia divina cara a cara (…). Pero si de forma cualquiera sobre esta materia otra cosa hubiera sido dicha por Nos. (…) afirmamos haberla dicho así citandoreportando, pero no determinando, menos aún adhiriendo a ello (recitando dicta sacrae scripturae et sanctórum et conferendo, et non determinando, nec etiam tenendo)" (Juan XXII: bula Ne super his de diciembre 3 de 1334). Los términos "recitando et conferendo" empleados por el Papa, se traducen así:

recitare significa "leer en alta voz (una ley, un acta, una carta), producir, citar" (Plauto: Persa 500 y 528; Cicerón: In Verrem actio II, 23): el Papa no hace más que citar las opiniones de otro;

conferre quiere decir "aportar en conjunto, aportar de todos lados, acopiar" (Cicerón: In Verrem actio IV, 121; César De bello gallico VII, 18, 4 etc.): el Papa no hace más que reunir los documentos sobre esta materia. Conferre puede tener el sentido de "poner en conjunto para comparar" (Cicerón: De Oratore I, 197: "comparar nuestras leyes a las de Licurgo y Solón"): el Papa hace una disputatio, que consiste en comparar los argumentos antes de pronunciarse.

Los términos empleados por el Papa corresponden perfectamente con los términos de un juicio dado por los doctores de París, encargados de examinar la ortodoxia del Papa. El rey Felipe VI de Valois había ordenado un examen, que comienza el 19 de diciembre de 1333. Los teólogos de la Sorbona, luego de una investigación minuciosa, dieron su veredicto, que contenía esta frase clave: "nosotros por cierto considerando lo que hemos oído y conocido por la relación de muchos testigos dignos de fe, que todo lo que Su Santidad ha dicho en esta materia, lo ha dicho no asegurándolo o aun opinando, sino solamente citando” (in: Constant, t. II, p. 423; Constant traduce por "recitando").

* * *

El Papa Benedicto XII, que sucede a Juan XXII, procede con la misma prudencia que su predecesor. Bien que fue persuadido de lo bien fundada de la opinión mayoritaria, el nuevo Papa continúa no obstante el examen de la cuestión, comenzada bajo su predecesor. El 7 de febrero de 1335, tuvo un consistorio donde convocó a quiénes habían predicado la opinión minoritaria y les ruega exponer sus argumentos. El 17 de marzo, designa una comisión de una veintena de expertos encargados de preparar la definición ex cathedra. Ahora bien, entre los expertos figuraba Gérard Eudes, partidario de la opinión minoritaria. El Papa se retira durante cuatro meses al castillo de Pont-de-Sorgues, cerca de Aviñón, estudiando largamente el documento. Finalmente, el 29 de enero de 1336, define ex cathedra que la opinión mayoritaria debía en lo sucesivo ser tenida como un dogma (constitución Benedictus Deus).

En el preámbulo de esta constitución Benedictus Deus, Benedicto XII toma gran cuidado en defender a su predecesor atacado injustamente por los calumniadores bávaros. Sobre la cuestión de la visión beatífica, muchas cosas fueron escritas y dichas, y especialmente "por nuestro predecesor DE FELIZ MEMORIA (felicis recordationis) el Papa Juan XXII y por muchos otros en su presencia. (…) Queriendo hacer frente a las palabras y dichos de los MALVADOS (malignantium)" y deseando precisar sus ―sus intenciones". Juan XXII había preparado su profesión de fe, la bula Ne super his, que Benedicto XII cita en su totalidad. Luego el nuevo Papa prosiguió, definiendo ex cathedra la verdad.

Esta verdad definida solemnemente por Benedicto XII, Juan XXII la había creído desde siempre. Tenemos por pruebas no solamente su bula de 1334, sino además ciertos textos escritos anteriormente por el santo Papa Juan XXII: las bulas de canonización de San Luis de Tolosa (1317), de santo Tomás de Hereford (1320) y de santo Tomás de Aquino (1323). Especialmente para San Luis de Tolosa, el Papa Juan XXII había, en efecto, mostrado a este joven santo entrando al cielo en su inocencia, para contemplar la esencia divina en el éxtasis y a descubierto: "ad Deum suum contemplandum in gaudio, facie revelata" (bula de canonización, § 18).

* * *

Desgraciadamente, las imposturas de Ockham, Bonagratia y Cesena fueron sin embargo exhumadas por los herejes de los siglos posteriores, que embellecieron sus fábulas. Uno de estos ―historiadores‖ posteriores fue el heresiarca genovés Juan Calvino (Institution de la religión chrestienne, 1536, libro IV, c. 7, § 28). San Roberto Belarmino, después de citar las palabras de Calvino contra Juan XXII, exclama: "Yo digo a Calvino: tú has proferido, en muy pocas palabras, cinco mentiras impudentísimas" (De romano pontífice, libro IV, c. 14). En seguida, refuta con mucha soltura al pseudo historiador genovés.

* * *

Los herejes de todas épocas han acusado a muchos otros papas, pero ¿a qué recordar todos sus fraudes? Antes que nosotros, el sabio y santo cardenal Belarmino ha rehabilitado, él solo, una cuarentena de acusados, de los cuales el nº 36 fue el Papa Juan XXII.

* * *

La historia eclesiástica no conoce NINGÚN caso en el que un Papa hubiera errado en la fe o hubiera enseñado un error. Escritores falsarios arrianos, monotelitas, cismáticos griegos, protestantes, galicanos, febronianos, antiinfalibilistas han acusado a los papas, porque ellos odiaban al papado que los anatematizaba, Es de ellos que el Papa León XIII decía: “El arte del historiador parece ser una conspiración contra la verdad”.

Martín Lutero rehúsa obedecer al papado (Apelación contra el Papa en el concilio, 28 de noviembre de 1518). Bajo el pretexto de que San Pedro habría (pretendidamente) errado en la fe luego de su estancia en Antioquía, Lutero afirma que el Papa León X se equivocaba en toda la línea y que era luego legítimo a todo cristiano seguir su propia iluminación mucho más que la voz del papado: El francmasón Voltaire, enemigo encarnizado del cristianismo, se dio el maligno placer de poner en valor las (supuestas) caídas de Honorio y de Juan XXII, en su Ensayo sobre las costumbres (1756). ¿Qué valor dar a este escrito? ¡Ninguno! Pues este mismo Voltaire había escrito a su confidente Thiriot, el 21 de octubre de 1736: "Es necesario mentir como un diablo, no tímidamente, no por un tiempo, sino audazmente y siempre".

Las pretendidas caídas de ciertos papas ponen de relieve la pseudo-ciencia histórica. Esta falsa ciencia es directamente opuesta a la fe católica. "Repruebo también el error de aquéllos que pretenden que la fe propuesta por la Iglesia puede estar en contradicción con la historia (…). Condeno y rechazo también la opinión de aquéllos que dicen que el cristiano erudito reviste una doble personalidad, la del creyente y la del historiador, como si estuviera permitido al historiador sostener lo que contradice la fe del creyente o proponer premisas de las que se seguiría que los dogmas son falsos o dudosos, aunque estos dogmas no sean negados directamente" (San Pío X: Motu Proprio Sacrorum Antistitumjuramento antimodernista).

Canon 2. Si alguno dijere que las disciplinas humanas deben ser desarrolladas con tal grado de libertad que sus aserciones puedan ser sostenidas como verdaderas incluso cuando se oponen a la revelación divina, y que estas no pueden ser prohibidas por la Iglesia: sea anatema.
Canon 3. Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema.
(Pio IX, Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Filius Dei, Sobre la Fé Católica, Cánones sobre la Fé) 


"Toda teoría o doctrina filosófica, moral, teológica o científica, que está en contradicción con la fe cristiana, es para nosotros necesariamente falsa y mentirosa. Un católico que la profese y se ligue a ella (…) es un no-católico, un apóstata y un sectario del Anticristo"
(Clemente XII: carta secreta contra los francmasones, anexada a su bula In eminenti, mayo 4 de 1738).


RESUMEN: La historia eclesiástica no conoce ningún caso en el que un Papa hubiera desviado de la fe o hubiera enseñado una herejía.


Ya en el curso de los años ’30, el cardenal Pacelli (futuro Papa Pío XII) se inquietaba: "Oigo alrededor de mí a los innovadores que quieren (…) dar (a la Iglesia) el remordimiento de su pasado histórico" (in: Padre Daniel Leroux: Pedro, ¿tu me amas?, Escurolles 1988, p.1)


Notas


7 Aquí su bibliografía:


a) En la causa del Papa Vigilio: Giuseppe Agostino Orsi: De irreformabili Romani Pontificis in definiendis fidei controversias indicio, Roma 1739, t. I, parte I, cap. 19 -20; Ieremias a Benettis: Privileg. S. Petri vindic, Roma 1759, parte II, t. V, Ap. § 5; Ballerini: de vi et ratione Primatus, cap. 15; Louis de Thomassin d’Eynac : Dissertationes, comentarii, notae in concilia generalia et particularia (J. T. de Rocaberti : Bibliotheca Maxima Pontificia, t XV), Roma 1698, t. I Disp. XIX; Pierre de Marca (autor del siglo XVII) : Diss de Vigilio; y recientemente Al. Vincenzi in S. Gregorii Nyss. et origenis scripta cum App. De actis Synodi V., t. IV y V ;
b)En la causa del Papa Honorio: Entre los autores más antiguos: Joseph Biner: Apparatus eruditionis ad jurisprudentiam praesertim Ecclesiasticam, Augsburgo y Friburgo 1754, partes III, IV y XL; Orsi op. cit. cap. 21 – 28; San Roberto Belarmino: De romano pontifice, libro IV, cap. 11; Thomassin: op. Cit., Diss. XX; Alexandre Natalis: Historia Ecclesiastica veteris novique testamenti Constantini Roncaglia et Joannis Dominici Mansi notis et animadversionibus castigate et illustrata, Venecia 1776,t. V, siècle VII, Diss. II ; François Antoine Zaccaria : Anti-Febronio, 1767 [traducción alemana: Augsbourg 1768 ; traduction française : L 'Antifebronius ou la primauté du pape justifiée par le raisonnement et par l'histoire, Paris 1859-1860, 4 t.], partie II, livre IV [réfutation du livre de Iustinus Febronius : De statu Ecclesiae et legitima potestate romani pontificis..., mis à l'Index le 27 février 1764, le 3 février 1766, le 24 mai 1771 et le 29 mars 1773] ; parmi les auteurs plus récents ; Civiltà cattolica, année 1864, série V, volume XI et XII ; Gerhard Schneemann : Studien über die HonoriusFrage, Friburgo 1864 [la Civiltà cattolica et Schneemann refutando el libro de Döllinger (principal teólogo de la secta de los "viejo-católicos") aparecido el año precedente, titulado Die Papstfabeln des Miltelalters] ; Joseph Pennacchi : De Honnorii 1. Romani Pontificis causa in Concilio VI. dissertatio. Ad Patres Concilii Vaticani, Rome 1870 ;
c) En la causa de la caída (pretendida) del pontífice romano en lo que concierne al ministerio del sacramento del orden: Orsi : op. cit. livre III, ch. 31 ; Tournely, quién en su tratado De Sacramento Ordinis refuta las objeciones de Morini, etc.;
d) En la causa de la bulla de Bonifacio VIII: Aguirre : Defens. Cathedrae S. Petri, disp. 32 – 33 ; Joseph Hergenröther : AntiIanus. Eine historisch-theologische Kritik der Schrift "Der Papst und das Concil" von Janus, Freiburg 1870, p. 133 sqq. [refutación de un libro puesto en en el Index el 26 de noviembre de 1869, publicado bajo el seudónimo "Janus" por Johann Joseph Ignaz von Döllinger, el amestro de pensamiento de la secta de los "viejo-católicos"].

8. Constant, t. I, p. 381-382 indicando como referencia: San Siricio: Epist. Ad Himer.; San Basilio, Epist. 
263, al.74; San Epifanio: Haer. 75, 2; Casiodoro: Hist. Tripart., libro V, c. 8; Teodoreto: Hist. Eccles. Libro II, c. 37; Lucius Dexter: Chron. 353.,

9. Albert Pighius: Controversiarum praecipuarum in comitiis Ratisponsensibus tractatarum et quipus nunc potissimum exagitatur Christi fides et religio diligens et luculenta explicatio, Colonia, 1542, folio 2 recto. El expediente de Pighius es, en efecto, muy detallado ; por falta de lugar, no hemos puesto en Anexo A todas las pruebas que exculpan a Honorio.



Fuente: Católicos Alerta





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