SAN LEÓN IX,
Papa y Confesor
n. 21 de Junio de 1002 en Egisheim (Alsacia), Francia;
† 19 de Abril de 1054 en Roma, Italia
Os conjuro que os portéis con toda humildad y mansedumbre,
con paciencia, soportándoos unos a otros con caridad.
(Efesios 4, 1-2)
- En Corinto, san Timón, mártir, uno de los primeros siete diáconos
- En África, san Mapálico, mártir, que durante la persecución bajo el emperador Decio, movido de piedad hacia su familia, pidió que se concediese la paz eclesiástica a su madre y a su hermana, que habían abjurado, y así, conducido ante el tribunal, fue coronado por el martirio.
- En Melitene, Armenia, santos Hermógenes, Cayo, Expedito, Aristónico, Rufo y Gálata, mártires.
- En Colidre, Hispania, san Vicente, mártir.
- En Persia, santa Marta, virgen y mártir, que en tiempo del rey Sapor II, al siguiente día de la muerte de su padre, Pusicio, sufrió el martirio en la Solemnidad de la Resurrección del Señor.
- En Antioquía, de Pisida, san Jorge, obispo, que murió en el destierro por defender el culto de las santas imágenes.
- En Friesen, en los Alpes de Baviera, san Geroldo, eremita, del que se cuenta que llevó una vida de penitencia en la región de Vorarlberg.
- En la playa junto a Greenwich, en Inglaterra, pasión de san Elfego, arzobispo de Canterbury y mártir, el cual, mientras los daneses pasaban a sangre y fuego el país, se presentó ante ellos con la intención salvar a su grey y, al no poder ser rescatado por dinero, el sábado después de Pascua fue golpeado con huesos de oveja y finalmente degollado.
- En Roma, en la basílica de San Pedro, san León IX, papa, que primero fue obispo de Tulle durante veinticinco años, defendiendo enérgicamente a su grey, y una vez elegido para la sede romana, reunió varios sínodos para la reforma de la vida del clero y la extirpación de la simonía.
- En Lobes, san Ursmaro, obispo.
- En Florencia, Italia, san Crescencio, confesor.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
R. Deo Gratias.
SAN LEÓN IX,
Papa y Confesor
Tanta era la humildad de San León IX, que confesó públicamente sus pecados para convencer de su indignidad a los que querían elevarlo al sumo pontificado. El efecto fue contrario al que esperaba: se confirmó su elección. Cumplió los deberes de su cargo con celo infatigable y una dulzura que nunca desmintió. Cuando reprendía a alguien por sus faltas, la abundancia de sus lágrimas probaba cuánto compadecía su corazón las miserias de su prójimo. A punto de morir y después de haber recibido la Extremaunción, se hizo llevar ante el altar de San Pedro y rezó allí una hora. Vuelto después al lecho, oyó misa, recibió el Santo Viático y entregó su espíritu. Era el 19 de abril de 1054.